Gente sin alma

El miedo es difícil de ocultar, sobre todo en el rostro de un niño o de una niña. Son ignorantes sobre el porqué de la circunstancia o de quienes la provocan, solo son sufridores inocentes. Pero el sufrimiento del menor permea en sus padres, les arranca la esencia de sus vidas y los hace vagar por un dolor que no se va nunca. Da igual la bandera que arrope quien provoca el miedo, solo importa la consecuencia: vidas marcadas por actos ajenos que paralizan esos años donde la inocencia es la única verdad inalterable. Da igual lo que ignoremos sobre los comienzos del conflicto, ni cuanto de atrás vengan los hechos que ahora generan los actos. Es una infamia buscar explicación a que una bomba destripe a niños inocentes (o a cualquier ser humano, vaya o no preparado para la contienda), es una infamia explicar el origen de un movimiento cuyos ejecutores ametrallan a una multitud indefensa, por venganza. Da igual, matar no tiene sentido, ni explicación ni lógica, salvo que un centímetro de tie...