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Mostrando entradas de noviembre, 2015

Sensaciones y Estaciones

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Invierno La luz apagada desde temprano como preludio del frío, escasas las caricias del sol en su ocaso, apenas un roce. Las manos se esconden nerviosas entre la ropa, curiosas palpan el interior de la prenda, inquietas. Se adivina el frio esquivo de la noche, escondido entre sombras, huérfano desatino de un sol apresurado en su partida. Las calles, algo alejadas de su rutina, celebran a cada viandante, acomodados en su abrigo y con caminar ligero, refugiados del tiempo. Las luces sobrevenidas acaban de iluminar algo más la calle, luces que atesoran recuerdos de niño y que duermen entre juguetes. Primavera El viento arrastra, en una lluvia blanca, pétalos de la flor del almendro, con suavidad caen sobre la hierba crecida y el amarillo de la vinagreta. Los primeros brotes de algunos frutales desperezan y asoman desvalidos, mientras los olivos, que asistieron de sombra el invierno, muestran su trama. Las acequias están orgullosas del agua que resbala y de

Aprendiendo a ser alpujarreño. Parte II. Barcina, trilla y parva

Aprendiendo a ser alpujarreño. Parte II. Barcina, trilla y parva La calle desierta y el frescor de la mañana eran las primeras sensaciones recibidas al cruzar el umbral de la puerta y acariciar con aíre vencedor el nuevo día. Me había levantado, lavado la cara y aun no veía claridad por la ventada. Mientras me calzaba las zapatillas de deportes (los “tenis”), notaba el calor de la cama y oía roncar a mi padre. Mi madre ya se había ido a recolectar moras, pero antes me había llamado, - Despierta, despierta, te estarán esperando. No tardes que se van sin ti y no sabes dónde tienes que ir a recoger las gavillas. Y, además, te quedarás sin bestia y tendrás que ir andando. Aquella información era crucial, no podía perder la oportunidad de que me tocara un mulo joven. Además, me perdía el desayuno con los mayores. Salía corriendo calle abajo hasta llegar a la casa de los paisanos a los que les tocaba la tarea ese día. Al llegar, inmediatamente recibía el primer revés de la

La flor de azafrán

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La forma sencilla, el color pausado y preciosos estambres rojos y anaranjados adivinan curiosos la luz y cansados se desprenden bajo un cielo atormentado. Las recojo curioso de asistir al milagro que despierta entre la tierra aterida, llueve entre olivos preñados de negro, y   la aceituna se cae madura y herida. Por la acequia “hondera” ceñida la balate han asomado los bulbos con corazón de azogue, curiosa y furtiva bajo la sombra se abate Se siente dichosa y la alivia el enjuague que el rocío temprano depositó con ternura, flor tan preciosa para que el sol la embriague. Flor de azafrán José Antonio González Correa