Órgiva la puerta de Las Alpujarras

Es enorme etérea y frágil, como algodón recién recolectado que, aún suspendido en el aire, acaricia la mano que lo ejecuta. Es blanca, con espacios que se llenan de tímidos grises donde el aire se intercala y la deshilacha. Es nube, la mayor de otras que la acompañan, en una caravana viajera que ahora peina la montaña. Recorre la distancia de un espacio abovedado por un cielo azul de otoño. Sobre el perfil inmóvil de la montaña, avanzan las apretadas gotas de agua, viajeras. A esa nube enlacé un sueño, una aventura en la noche mientras mi cuerpo duerme. Mover mi cuerpo, deshacer la distancia quedándome quieto, y llegar hasta ese cielo pintado en el sueño. Aguardando callado hasta alcanzar su textura y coser la sábana de la cama con imaginarios hilos de algodón de nube. Y en mi cabalgadura mágica recorrer, con la brisa del aire que acompaña, las siluetas y dibujos de la sierra y sus barrancos. Me acompañan siluetas de aves ejecutoras de filigranas, de vuelos imposibles y

Las manos atrapan el aire con tanta pasión que la razón no deja lugar a la duda y el viento discreto mesa su pelo mientras engarza corales que mecerá su cuello, y la luna gitana regará con azahares y aroma de jazmín de noche, desde el Albaicín a Triana toda su blancura. La mar celosa de su silueta, mecerá la espuma con la marea, mientras sus brazos navegan el espacio que la música deja y se hunden en la armonía con golpes de ritmo, con encendida pasión que a la mar enoja y subirá para mojarla, mientras sin querer, le hilvanará, la bruma, el taró y la espuma a su cintura. Viento de antaño, acunado redoble de sentimientos, prendidos a la tierra como los sueños con los que nos entierran. Sentimiento profundo donde el dolor se hace cante y la pasión es un baile qué sin hablar, habla, que sin querer, te cuenta. Caricias segadas que en la barcina esparce la mies, rendidas voces que olvidaron el fugaz recuerdo de la amapola, cuando las espigas jóven

El mejor de tus sueños Es mi sueño un sueño para estar despierto, la caricia de un murmullo de viento, arrinconado en la cara y atento a desvelar los colores que no distingue el sueño. Es la brisa la sonrisa del viento arrastrando gotas de rocío incierto que repican la cara con cadencia y ritmo lento, ajustándose al cuerpo. Se sueña con volar despierto suspendidos de un hilván invisible y arrastrados por el viento que se aleja y se acerca en un momento. Se sueña para que el sueño se cumpla desde la quieta calma, distante y cierta, que el pensamiento atrapa y a la razón se escapa, para volar entre las nubes que el sueño derrama. Se vive para soñar despiertos, suspendidos en el aire o caídos con la certeza de lo evitable, para plegar las alas sin que realidad se espante. Pegado a las alas que me hacen volar van mis sueños y los ajenos que acompaño, subiendo alto y dejándome acomodar mientras duermo. Te regalo, sin dudas, es