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El arriero

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Iba siempre delante del burro, tanto si llevaba carga en los serones como si no, con el propósito de aliviar al animal la jornada. Aunque la de hoy era especialmente larga. Había depositado con cuidado los recipientes con 2 arrobas de aceite, una en cada serón. El aceite no llevaría más de una semana fuera de la almazara y mantenía un olor intenso y afrutado. Era invierno y la mañana invitaba a cubrirse bien la cara y las manos, el viento que soplaba desde sierra nevada no permitía ser descuidado. Cuando deambulaba cerca de la Ermita del Padre Eterno, el camino se dibujaba entre el blanco de la nieve que se había derramado la noche anterior. Había dejado detrás algunas chimeneas humeantes y olido ese característico aroma dulzón y áspero que generan algunos troncos húmedos al ser consumidos por el fuego.   Durante su caminar arriero, ni lento ni rápido, manteniendo el ritmo del animal en la subida, bien llevando la soga a modo de comba sobre la espalda, o tirando de ella para aceler...

Dolor o cordura

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A veces, la belleza de los atardeceres es tan sublime, que me hace sentir pequeño, insignificante y necio. Solo con ver como el mismo paisaje cambia al cambiar la luz que lo proyecta. Me invade ese sentimiento de derrota, sin lograr saber de donde sale, de donde brota. Solo soy capaz de transcribirlo musitando aquellos momentos en los que el corazón se empaña y su latido me descoloca. Y me empeño en afirmar que a estos años que aprisiono para no perderlos, el tiempo se apiade y me conceda no sucumbir a los ocasos. Nunca opuse el dolor a la cordura ni inicié mi caída sin acotar los sentimientos. Jamás dibujé los pentagramas que quise, ni adorné con luces las notas señaladas. Seguí mi senda hacia donde se pierde la cordura, hasta la fábrica que agoniza y entierra los sentimientos. Llené de agua de esperanza mi derrota, cuando azahares blancos danzaban en el aire, cuando las gotas sabidas de mi angustia cierta afloraban y dejaban mi boca ajada y seca. Hundí mi cabeza para callar lo que si...

La luz en otoño

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  La luz durante el otoño está amenazada de muerte, transita despacio con la soledad acompasada a su paso, a la espera que el sol se oculte temprano, acostumbrada a su trasnochar de verano. Los atardeceres son simulacros de derrota, cuando la luz adormece de forma pausada, incierta y temerosa. Simula el rescoldo de luz que queda atrás a medida que nos adentramos en un túnel. Perfila las montañas de manera que apreciamos un visillo de color pálido, con algunos trozos deshilachados por los que haces de luz se escapan y tiñen de añiles y fucsias las nubes que enmarcan la escena. A veces el día se despide con una paleta de colores trágicos que enmudecen la brisa y detienen el parpadeo de incontables ojos incrédulos. La tarde no quiere irse y se tumba a lo largo de las montañas o se recuesta sobre la mar, sin otro propósito que quedarse. Hoy la acompaña la luna, empeñada en suplir al sol con su brillo, mientras éste abdica, sin más remedio, cansado de soportar el día. La belleza de la t...

¿Dónde se esconden los ángeles en la tierra?

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Según mi hijo Pablo, cuando las personas buenas han dado todo por los demás, hijos, familia, trabajo, Dios, que siempre premia a sus ángeles, decide reclamarlas y encomendarles una tarea de cuidados invisibles. Pablo, teoriza, sobre el hecho de que son ángeles materiales, enviados para que obren el bien y lo den todo por los demás, pero su condición humana, a menudo, los hace frágiles, sufridos soñadores (genérico) de su bondad. En ese momento, los libera de lo material y permite que esos ángeles permanezcan invisibles a los ojos humanos, cuidando de los seres a los que fueron encomendados. Por eso, en múltiples ocasiones ocurren hechos inexplicables, algo que podría acontecer pero que es evitado de forma milagrosa o mágica. Y aquellos que tenemos la suerte de tener un ángel cerca, lo sabemos bien. Quizá sea injusto que no siempre puedan evitar sucesos trágicos, o que cuando la soledad nos aborda como la niebla, no nos despejen el camino con luz celestial. Pero Pablo, inteligente y obs...

1 de septiembre

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  La playa solitaria, testigo mudo del final del verano (al menos del verano meteorológico, que no astronómico), atiende absorta los envites del mar. Hoy 1 de septiembre, parece que el otoño quiso asomarse discreto, acompañado por el viento de poniente y la mar movida, dejando la imagen de días atrás, con veraneantes ociosos, velada al blanco y negro de la ausencia de almas. Solo las gaviotas, como amantes fieles de la orilla, rompen la monotonía de la escena cuando inician el vuelo y se mantienen suspendidas en el aire. Y ahí sigue el mar, en su inacabable lamento, con el vaivén de espuma que las olas empujan, llenando todo el aire con su rugido de fondo. Exhibiendo, al compás de la marea, su empuje y su continuo movimiento. Mientras, sobre la bruma del horizonte, se dibuja el blanco de las olas que el viento eleva como si, mar adentro, alguien hundiera las teclas de un inmenso piano azul. Contemplando la soledad de la playa, a pesar de las olas y las gaviotas, y el sonido incesan...

El sacrificio de los peces: una crónica estival

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Ana y Jose

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  Qué puedo decir yo si lo que hacéis hoy aquí se cuenta solo, si hasta para la iglesia de San Pedro, vosotros sois los ministros del sacramento. Que puedo deciros, si lo que os hace unir las manos lo han narrado y cantado mucho antes que yo …   Te amaré, te amaré como pueda, te amaré como único se … (decía Silvio Rodríguez) y lo cantaban, tan bonito, Esperanza y Ernesto¡, tal como ahora sientes por Ana, Jose.   Te amo sin saber cómo, ni cuando, ni de dónde. Te amo directamente, sin problemas ni orgullo: así te amo porque no se amar de otra manera (como veis, antes que Silvio, así lo sentía Pablo Neruda).   Si te quiero es porque “sos” mi amor mi cómplice y todo, y en la calle codo a codo somos mucho más que dos. Ya ves, Ana, Mario Benedetti, ya anticipaba lo que sientes por Jose.   O como habrían elegido los abuelos, Carmela y Juan como la primera lectura de vuestra celebración (la Carta de San Pablo a los Corintios): El amor todo lo disculpa, todo lo cree, tod...