Los viejos enamorados


Se le llenan los ojos de lágrimas,
salado amargor lleno de agua.
Aprieta las manos
mientras tiemblan sus labios,
aquellos que la besaron.

Le brillan los ojos,
que no saben donde mirar,
mientras la piensa.
Ese es el motivo de la pena.

Mi alma se queda quieta,
mi voz tiembla mientras lo abrazo.
Me oigo mintiéndole,
porque ya nada me parece cierto.

Vuelve a abatirse,
baja la cabeza y oculta  la mirada.
No quiere mostrar sus ojos anegados,
de nuevo la está pensando

Cuantas vidas han quedado ahora solo en una,
cuantos anhelos enterrados,
cuantos recuerdos sumidos en el desastre,
cuantas verdades arrasadas por la muerte.

Revive cada momento en silencio,
musita palabras atrancadas en su garganta,
siente hundirse su pecho
sobre un vacío inacabable.

No supera que su amor se muera,
no quiere quedarse para velarla,
sólo partir con ella para abrazarla.

La miró con tanta ternura,
con tanto amor,
mientras dormía para siempre…

Siente que todo se desmorona,
que no quiere olvidar la pena que siente;
aunque queramos obligarlo.
Que todo se le escapa
sin que pueda explicarlo

Sus palabras no saben contar lo que siente,
pero yo lo se:
que no quiere vivir sin ella.

Siente su cuerpo joven
acercarse al de ella,
queriéndola, deseándola y teniéndola.

Sus manos sobre su rostro,
callando la angustia de no tener nada,
de sentirse huérfano,
sin su esposa, sin su madre, sin su consuelo.

Todos los días que le queden
serán momentos sin ella.
Todos los días que le queden
la echará de menos,
la querrá como siempre la quiso

Que amor he descubierto en tus ojos padre.
Sabía que la querías,
pero no que estuvieras tan enamorado.
Me das una lección cada vez que te miro
y me muero de pena, cuando lloras.

Llorar por amor es el tributo más bonito,
el regalo póstumo para quien se ha ido,
la prueba física del sentimiento herido.

Tus ojos aguados son una revelación,
el significado del amor puro,
la certeza de que se puede creer
en los demás, por encima de nosotros mismos.

Sentado sobre el resto de tu vida,
callado para que no te descubramos.
Sintiendo que tu viejo corazón se muere.
No tienes otra cosas que echarla de menos.

Te comprendo padre,
comprendo tu amor y tu pena,
pero no llores más.

No puedo soportar ver tus ojos rojos,
inundados y perdidos,
ni sentir tu sollozo callado,
escondido y angustiado,
tan triste como frío y ahogado.

Que grande haber amado tanto,
para seguir unido a tanta distancia.
¿Que energía puede deshacer ese lazo
con el que os unís los viejos enamorados?

Los viejos enamorados
A mi padre

José A. González Correa

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