Se acomoda la tarde



Se acomoda la tarde,
al mismo tiempo que el sol

desmaya entre montañas,

vistiendo las faldas del monte

de una luz cansada.

Aún faltan por llegar los añiles

y la de ahora es una luz cálida

que adorna de tonos dorados

la esencia misma del paisaje.

Se empeña la tarde,

con esa luz pausada,

en recordarme los tonos de antaño,

cuando la habitación,

aquella que acogió mi infancia,

se vestía de una luz gastada,

cuyo sol era una bombilla desnuda.

Aquel filamento incandescente,

objeto de la mirada distraída,

la del niño soñador que volaba

persiguiendo fantasías,

prendía mi retina de destellos
que el parpadeo esparcía.


Se acaba la tarde,

agoniza el día,

sin ningún lamento,

se distrajo la luz, un momento.

Y las faldas de la montaña

parecen hechos jirones,

pero la tierra no llora,

se aferra en consolar al frío.

Y me lleva a pensar

que aquella lámpara desnuda …,

la que regalaba luz al cuarto

también quedó fundida,

me imagino,

llevando hacía atrás el tiempo,

el filamento partido,

suspendido en el vacío.

 

Siento que esa luz dorada de esta tarde, consentida por las montañas en el instante que la observaba, han desangrado las letras que ahora esparzo, quizá por necesidad de guardarla en la memoria más tiempo.

 

José A. González Correa, diciembre 2024.




 

 

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