Felicidades Papá

Felicidades papá, hoy era el día de tus santo y el de reconocer tu excelencia como padre. El tiempo pasa pero el cariño crece cada día con la ausencia. Se extraña el abrigo material de la persona, pero más aun su esencia, la clave cierta de la huella que una persona buena deja entre quienes compartieron con ella. Es por eso que hoy te escribo, para compartirte con quienes no te conocieron. Hablar de tu esencia, de la claridad sencilla de tu pensamiento, de la inmensa bondad de tus acciones, de tus brazos fuertes, siempre atentos a la ayuda, siempre dispuestos. Hablar de la verdad incuestionable del amor a mi madre, de tu honestidad cargada de impaciencia por lo mal hecho. Siento el deseo de abrazarte con la fuerza que me permitiera retenerte conmigo, en un acto egoísta al  apartarte de tu ganado descanso de gloria. Aunque solo fuera rozar tu cara con el dorso de mi mano, sentir un pulso vivo y notar la fijeza de tu mirada, aun esforzada en seguir viva, a la vez que cansada. Un instante, un segundo, antes de cerrar los ojos y contemplar tu sonrisa ladeada deshaciéndose en una imagen difuminada.

Que difícil seguir tu ejemplo, ¿como se pueden forjar hombres como tú, sin nada propio más que el profundo deseo de dar lo que tienen? ¿Dónde aprendiste esos valores tan nobles y tan inalcanzables? Desentierra de mi alma esa enseñanza y dame la oportunidad de alcanzar tu ejemplo.

Mientras, prometo seguir cuidando de tu memoria, trabajar tu haza con constancia. Conducir el agua vigorosa de la sierra por acequias, ramales y tornas para que la tierra se sacie. Peinarla y alimentarla con el cuidado que me enseñaste. Dejar que la amapolas le den color, pero impedir que la hierba se lleve lo que los árboles necesitan. Cada golpe de azada es un recuerdo cierto de tus paso por la "melga". ¿Verdad que la ves bonita desde arriba?

Hoy llueve de manera pausada en tu pueblo, un leve viento de poniente suspende las finas gotas de agua, permitiéndoles una parsimoniosa caída. Se depositan en la cara de forma tan suave que se agradece esa sensación, como un roce puntual de frío. Las nubes ocupan Sierran Lújar y Sierra Nevada, ya sabes, eso es lluvia en Órgiva, no intensa porque el viento, aunque suave, las mueve y aleja.

En tus silencios, padre, estaba la clave, escuchar, aprender lo que una infancia de escasa escuela, una juventud de guerra y la vivencia difícil de una posguerra te sirvieron de traje con el que conducirte por los caminos que anduviste hasta tu madurez. Los silencios y las frases justas, pronunciadas a veces con impaciencia, jamás con vehemencia ni altanería. Palabras reflexivas, llenas de sentido común, de vida, experiencias y de cariño, culminadas con una sentencia, “… sigue mi consejo”.

Gracias padre, por la felicidad que me diste, gracias por tu amor y tus consejos. Gracias por tu esfuerzo para hacerme persona, para alcanzar mis sueños, dejando cualquiera de los tuyos en el camino. Gracias por tu generosidad sin límites y tu ejemplo. Gracias por compartir tus amigos conmigo, por enseñarme a tener amigos viejos y sabios, como tú. Gracias por hacerme vivir y disfrutar del esfuerzo, la única verdad que nos reconoce como personas con ganas de seguir creciendo.

Felicidades papá, felicidades viejo amigo por ser quien fuiste, por hacer que tus recuerdos sean dulces y tiernos, cargados de una emoción que ahora no puedo contener, felicidades por gestionar la bondad como un estilo de vida y hacer de la honestidad el mayor legado que atesora un hombre. Felicidades esposo, padre, abuelo y amigo por hacer que nos sintamos tan orgullosos de ti.


Jose A. González Correa 19 marzo, no importa el año.




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