Semana Santa 2025, Órgiva
Viernes de calmada tarde en espera tarde limpia acostada en las montañas, mientras el añil sucumbe desprevenido porque el sol se acalla despacio. Otra primavera herida de muerte reviviendo el calvario en el imaginario relato recurrente del sacrificio, terrible argumento del Viernes Santo. Tiembla la luz penitente de las velas dibujando siluetas de caminar pausado como las cuentas de un rosario, delante de una figura yacente. La tarde se hace noche, envuelta en el dulzón aroma de los naranjos y suena una saeta que perfila sus acordes entre el aire detenido junto a los pasos. A la Dolorosa le acunan el llanto, costaleros entregados en la mecida, deseosos que el vaivén en que se afanan, acomode el gemido contenido en la garganta. El golpe en los tambores se derrama calle abajo, cosido a la brisa que lo transporta, convencido de prolongar hasta el alba el acompasado y moribundo latido del alma. Desangrada primavera sobre el blanco azahar, mantillas negras para el duelo que nunca ha de pasa...