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Mostrando entradas de abril, 2024

Serás ...

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  Serás el vaivén de mis sentimientos mientras pones en pausa mi cabeza,  lejos de cualquier parte,  los acordes del viento suenan más fuertes si las manos que lo acompañan lo acarician.   Serás el camino de estrellas que me guíe cuando ande tan perdido como siempre, adormilada voz de mi conciencia que sabes acurrucar los sueños de quien los quiere vivir despierto.   Serás el vendaval que no cesa, que cubre de agua y despereza, y cuando el mar enfurecido ondule y embravezca las olas,  un manto de calor y esperanza.   Serás lo quise que fueras, porque, como la sombra que me acompaña, te llevo cosida a mi cabeza, enagua para lágrimas de risas y llantos,  vistes mi alma sin querer cambiarla.   Serás los días que me quedan mientras espero que la angustia  que ahogo en el ondulado mar que la pena de la soledad crea, algún día se desvanezca.   Serás lo que toque ser de forma imaginaria, mientras la realidad vuelva a nublar los días, calan...

A Carmela y Pepe

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  Era la tierra bajo un manto verde y húmedo, lo pétalos amarillos se abrazaban simulando una campanilla, y lágrimas de rocío bajaban por el tobogán de una brizna de hierba.   La textura de una gota, fundida con otras, evaporada de un mar cercano y en apresurada caída por saciar la sed de la tierra.   Como gotas de lluvia sus caricias, como perlas de nácar prendidas, junto al brillo de tus ojos.   Un susurro en su piel, cada parte de tu piel desprovista de ropa.   Y cientos de campanillas disfrazadas de amarillo, sobre la tierra que acompasa el latido del mismo corazón que siempre atrapas.   Mi espera es la recompensa de la esperanza, la que atesoran mis manos que tiemblan mientras acarician el manto de hierba.   Manto verde salpicado de gotas, herencia de unas pocas horas, restos del rocío que ahora, mientras os siento, se detiene en mis manos. A Carmela y Pepe, mis padres, juntos descansan al abrigo de su tierra.   ................---------........

Se despide el sol con una herida

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Se despide el sol con una herida. no de muerte, solo de luz abatida. La huida está en el ocaso,  contenido desvelo esperando el día. Así mientras el sol expira,  los añiles se apresuran y calman,  con la dulzura de un beso, la herida que se abre con la luz vencida. El nácar frio de los montes perfila el malva desteñido que la noche va vistiendo, asistida por el viento y las nubes,  tras la marcha esperada  del calor de cada día. Asumida la derrota,  dejando cerrar la herida, se pierde en sus secretos, y deambula sin prisa, deshaciendo los colores, hasta apagarlos del todo, convencido que la noche  le hará soñar con el día. La distancia de las almas las mide el tiempo o el calor que las acerca, mídelos con un abrazo o con el suspiro  con el que acaba un beso.   José Antonio González Correa, 2024