Hablemos del tiempo




Todo lo que debí haber dicho, pero guardé como un silencio inútil.
Dormido en una esquina del tiempo, que no podré visitar,
para la que tengo imposibilitada la ida y no habrá camino de vuelta.

Porque el tiempo no espera, ni admite devoluciones de viaje,
ni en la ida ni en la vuelta, aunque lo transites o arrastres.
Los billetes de vuelta son del destino, los de ida, fueron lo incierto.

La vuelta está cerrada a la nostalgia cansada del camino.
Caminos sin hollar o demasiado gastados, caminos esquivos,
con todo por andar y con la certeza de estar cansados.

Lo que nunca dije no figura en lugar alguno del tiempo,
no atesora el eco del recuerdo ni se deja visitar por el pasado,
no existió lo que nunca empieza, no perturba el aire lo que no decimos.

El espacio que habito es un entramado de hilos de un tiempo,
que dibuja esperas, ausencias y que se teje y deshace constantemente,
permitiendo que el hilo conforme la madeja con la que iniciar una historia.

Soy huérfano del tiempo que arrastro y del que dejé por el camino,
sin ahuecar las palabras que ahora lastro, solo soy un mensajero …
de aquello que no dije, de lo que oculto, de los silencios eternos.

La eternidad adormecida no tiene quién la despierte, quedó sola.
Cuando somos la sombra de lo que creemos, la eternidad no es un epitafio,
sólo con nuestra sombra nos convertimos en el borrador de un sueño.

Lo eterno permanece construido sobre palabras sentidas y frases justas,
lo eterno nos pertenece cuando arriesgamos para añorar un pasado,
los que se fueron y nos dejaron sentir su amor, saben de lo que hablo.

Añoro perder el miedo a que no me escuchen,
sueño dejar caer las palabras y que alguien las lea,
aquellos que no lo hicieron, los que se van, los que se fueron,
los que permanecen dormidos  y viven en mi memoria.

Sueño con los que arrastró el destino al lugar inaccesible
dónde solo sabré llegar si creo, o esperando que sea cierto.
Ignoro si llegan las palabras o todo aquello que escribimos,
lo imagino lejano y con ausencia de tiempo.

Las palabras se arrastran en un corto espacio de tiempo,
entre sentirlas y disfrutarlas en la boca al fundirlas al hablar,
o al trasladarlas escritas  sobre un papel y colocarlas en ese lugar,
tejido por hilos intangibles de tiempo, esperando que te alcancen.

Hablemos del tiempo

José A. González Correa

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