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Mostrando entradas de 2015

Felicidad para el 2016

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En 1994, una canción de Silvio Rodríguez apuntaba en su inicio estas estrofas: El fin de año huele a compras, enhorabuenas y postales con votos de renovación. Pero había otras cosas que a veces se escapan a nuestros ojos, cansados del día a día y que añoran unos minutos de felicidad con los seres queridos. Y que el cantautor relataba. Cosas y hechos cotidianos que suceden a nuestro alrededor, sumergidos en el trajín de nuestros días y nuestras noches. Situaciones que nos son ajenas a pesar de ocurrir bajo nuestro mismo cielo, en nuestra misma sociedad o en cualquier lugar alejado de nuestro mundo cercano. Vivimos desde nuestra imperfección en un mundo que tampoco es perfecto, y nos esforzamos a diario en resolver nuestros anhelos con el fin de mejorar. Y construimos con voluntad inalterable lo que pensamos incrementará nuestra felicidad. El día a día repartido entre lo necesario y lo prescindible, sin apenas distinguirlo. Y es la realidad del necesitado la que no

Campaña de aceituna

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El año ha sido bueno y los olivos están cargados de aceitunas, pocas se cayeron afectadas por la mosca, por lo que la producción será buena. Queda mimar la tierra, ararla y hacer suelos para procurar que la recolección sea fácil y eficiente. La tierra está peinada y alisada, ahora se irá compactando. Para terminar de arreglarla habrá que desbrozar y hacer tronqueras. Pero nada de herbicidas, el campo no ha de estar desnudo, la mala hierba es un enemigo, pero aún mas dañino son los herbicidas, que contaminan acuíferos y afectan a abejas y abejorros, cruciales para la polinización de nuestros campos. Empezamos la recogida, por supuesto aceituna de vuelo. Los lienzos se van extendiendo por el campo, acariciando los troncos de los olivos, colocados de forma primorosa como la cola d un vestido de novia. Y comienza la tarea, dura y trabajosa, de días interminables. Vareando con cañas de bambú y pasando todo el día en el campo. Este año, el mes de diciembre ha sido especialmente

El tiempo y los viejos sabios

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Dedicado a todos mis mayores, a todos los hombres y mujeres, viejos y sabios. Hombres y mujeres sencillos, habitantes de una tierra orgullosa y áspera, La Alpujarra. Entras en mí como el pasado que abre las puertas a oscuras presagios, a sólo un instante de buscar un recuerdo la luz desmorona el espejismo creado y afronto el castigo como la ausencia asumida de un presente, quedándome a esperar lo que suceda. El tiempo se ha burlado de mí, de mi historia,   de mi pasado, pero no le permito que se deje un hueco de olvido. El tiempo puede alojarse en cada hueco, huidizo de mis arrugas, pero cada una de ellas hablan de recuerdos, pero en cada una de ellas habrá memoria. Cuando deje de ser viejo y sabio tendré que valorar la belleza, por lo que es y no por lo que encierra. Cada golpe de mar un recuerdo, la ola en retirada la nostalgia de lo vivido, la espuma sobre el agua la textura de un beso Cuando deje de ser viejo y sabio no volveré

18 de diciembre, festividad de la Virgen de la Esperanza

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Conocí a mi hermana Esperanza cuando ella tenía casi diez años. Aunque, realmente no tuve conciencia de ella hasta años más tarde, claro. Ella si tuvo conciencia de mí de forma inmediata, era la segunda niña e imagino que el nacimiento de un pequeño enano, casi 10 años después, debió ser para ella una conmoción. Comento esto último porque, según me narraba mi madre, ella se comía mi papilla cuando la dejaban a mi cargo y, más aún, cepillaba mi cabeza, de pelo ausente, de forma insistente y sin importarle que “el niño” llorara de forma desconsolada. Claro que ella lo hacía por un bien mayor, estimular hasta la dermis mi piel craneal para que naciera pelo rizado y abundante, o al menos esa era la excusa. Mientras yo crecía, ajeno a las vivencias, experiencias y desarrollo emocional de mi hermana, ésta veía en mi a un pequeño ser travieso y en constante disputa con ella. Imagino que me vería como al usurpador de atenciones, el lastimoso mocoso con ataques de asma que requería de esp

Felicidad, un día de diciembre

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Recuerdo el olor del jabón y las manos que me cubrían mientras limpiaban mi piel, olor fresco y limpio, inolvidable desde entonces hasta ahora. Siento las manos y las suaves fricciones sobre mi piel, como preludio de un día de sábado. Alojado en el fin de semana y sin perspectivas de nada más que de descasar y disfrutar de mis padres y hermanas, con el sol colando sus tibios rayos por la ventana del cuarto de mis padres y acomodándose entre las sábanas de la enorme cama que me serviría de parada, mientras mi madre preparaba la ropa con la que vestirme. La rutina de un fin de semana que se hace paso entre tantas rutinas de mi presente y que sin querer se ha colado en mi pensamiento, mientras sentía como se acababa este día de diciembre. Tanto tiempo separa aquellas sensaciones del presente, tantos años han pasado, que no comprendo como puedo tenerlas tan vivas en mi cabeza. Lo que más me sorprende es que son similares a los momentos, escasos, en los que me detengo y percibo cua