Santa Filomena

Santa Filomena

Ruido, incesante y bullicioso que se cuela por cada rincón de la casa. Ruido consentido por el gentío que lo comparte, ajenos al quehacer del día y perdidos en el aterciopelado ambiente que configura la noche. En ruido que transforma el presuroso barrio bajo de Órgiva cuando celebran la fiesta de Santa Filomena. Un pequeño callejón engalanado atiende a la anfitriona, a la que se traslada de su vitrina a un coqueto altar que se engalana con flores. Filomena, nacida en Grecia, fue martirizada a la edad de 13 años. Una niña, mártir y santa que es velada en el barrio bajo de Órgiva.
La fiesta de Santa Filomena se celebra desde hace más de 100 años. La Sra. Paz, en cuya casa se encontraba la talla de la santa, siempre solicitó que la figura no saliera de allí, pero tras venderse la propiedad, la imagen de la santa acabó en la iglesia del pueblo. Los vecinos del barrio bajo se hicieron con otra imagen que es la que permanece en uno de los callejones del barrio durante todo el año.
La procesión de la santa recorre el barrio a hombros de costaleras y acompañadas de los vecinos y de la banda de música. No faltan el estruendo continuo de cohetes que silban orgullosos mientras que ascienden al cielo, instantes antes de hacer estallar el aire que los rodea y atronar los oídos.
La verbena nocturna es lo más celebrado, entre bailes, canciones más de ayer que de hoy, algún desafino, mucha voluntad y aún más ganas de diversión. Verbena que impasible se cuela en los rincones de calles y casas durante 4 días, alterando el descanso y celebrando que el barrio sigue vivo. Porque, curiosamente, en la era de la triple uve doble, los canales de videos, y los escaparates de nuestro diario bautizados como redes sociales, la calle sigue siendo el desafío y el objetivo de nuestros anhelos y diversiones. La socialización de una verbena solo la globaliza el olor a tradición, el ruido, el olor a pólvora, el bullicio, los niños aturdidos entre el griterío y sus eternas ganas de jugar, que mezclados en un aroma especial se adentra en la cañada del río grande (Guadalfeo) y asciende desbordando sierra Lújar, hasta que movido por el levante y el poniente contamina de sensaciones el aire que alcanza cada espacio que envuelve. Y que en esta tierra de toda mi vida, dónde las gentes se quedan, y el aire morisco jamás desapareció, impregna a forasteros, visitantes de todas partes, que sin querer las llevan prendidas de su sueños a sus lugares de origen. O bien, como ocurre hoy, después de mantenerme algo desvelado la pasada noche, elijo subir a la azotea de casa y mientras escucho el disco Get Lucky de Mark Knopfler y pierdo la vista y el pensamiento entre el perfil de la sierra y el color carmesí de los geranios imperecederos del arriate, decido escribir una reseña de una fiesta de siempre, anclada en la memoria del niño y el presente de estos días de agosto, dispuesto a compartirla en la ventana social que también vale para repartir sensaciones. ¡Viva Santa Filomena ¡

Agosto-2017

José A. González Correa






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