Mariposa
No consumió el tiempo, lo mantuvo inerte junto a su alma más joven. Viajó
por donde la llevaba el viento, la forma figurada de denominar al destino.
A veces, huía de las sombras y otras acababa envuelta por ellas, incluso la
imagino a bordo de un velero con el rumbo perdido y un mar de nubes negras
aproando su desconsuelo.
En ocasiones, buscando un sueño y abriéndose paso entre la bruma, avistando
la costa y reanudando el vuelo.
Siempre presurosa por encontrar su sitio, ahuecando su cuerpo al abrigo de
abrazos amigos y sueños incompletos.
Efímero el amor a su paso, como efímero era el vuelo de sus frágiles alas
sometidas por el viento.
Una vida de sentimientos ciertos y sensaciones de derrota, cuando apenas
sostenía el aíre su vuelo. No había descanso, solo el momento justo de esperar
un soplo de viento que elevara sus ilusiones al cielo.
Una y otra vez, una y otra vida incesante, locura al despertar con los
rayos de sol bañándola con tibieza, y premura por llegar cada tarde a despedir
el sol con nostalgia.
Inquieta y coqueta, en sus requiebros y piruetas de vuelo imposible,
imprevisible e inexplicable, como el de una marioneta sin hilos que la
contengan.
Sujeta a su destino de no quedarse quieta, salvo en la flor más bella para
brindarle sus caricias, su ternura, como si cuidara de una princesa.
Siempre eterna en el momento del tiempo que distancia su ausencia, momentos
efímeros que en la vista no quedan, salvo que aparece de nuevo y complace
verla.
Sentimiento apacible, frente a una laguna de tiempo varado, las sensaciones
fluyen como su vuelo alocado, desde arriba se derrama, rozando una flor que
cede y no dejo de mirarla.
Y vuelvo a encontrarla, después de seguir la vereda y a punto de desnudarse
el día, en un recodo del camino, rozándome con sus alas, dibujando figuras
imposibles con su vuelo, me cautiva, me detengo y vuelvo a mirarla.
La belleza efímera de una mariposa, su fragilidad, lo incierto de su vuelo
y su fugaz destino.
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