¿Hacía donde camina la luz que se pierde?
¿Hacía donde camina la luz que se pierde?, aquella que abandona el instante y se convierte en sombra o, incluso, en oscuridad. A la espalda de la vida, como algo previsto, está la muerte. Inabarcable y constante, opuesta a la cadencia de la vida. Mirarla de frente congela el pulso y mantiene el silencio cosido a la espera. Se hace inapelable, aunque se advierta en cada momento vivido. Incomprensible para quien queda viviendo lo que antes era un transitar de ambos. Insufrible el momento que quiebra el hilo de la existencia. ¿Desde dónde mirar la muerte sin que la razón quede huérfana? ¿Qué imágenes conservar o desde dónde velar la luz que ya no queda? Transitar es el momento, antesala de espera de lo imposible. Ese instante fugaz y dañino, el preludio de lo que será arrebatado para quién se queda. Transitar es caminar a otro lado, olvidada la conciencia de lo acontecido, porque de ese espacio no hay nada aprendido. La muerte es silencio, introspección y mela