Invierno
Este primer día de invierno en la Alpujarra, evoca otros con más frío.
Invierno
No hace falta que nieve ni que el frío atraviesa mi piel desnuda
para sentir que el invierno se asoma, solo necesito apreciar el cambio de luz
de los cortos atardeceres… Las calles semidesiertas de mi pueblo alpujarreño y sus
bares poco poblados. El viento de poniente desplazado por el viento frío de
Sierra Nevada y los olivos estremecidos tras el intenso vareo. Las noches son
soberanas de escaso abrigo, destempladas y testigo de heladas. Los amaneceres
perezoso y quietos, deshaciendo el manto blanco del rocío.
Escaso de luz y ladrón de sombras bajo farolas destartaladas,
apremiado de guirnaldas y de adornos, testigo mudo de balcones desprovistos de
siluetas. Invierno esquivo y receloso, adormecido galán de primavera, temeroso
donjuán del lejano estío, aventurero fugaz tras el otoño.
Frío invierno de ladera norte, dónde el sol no es ni un candil de
alivio, penoso invierno en el que buscar abrigo, alejado de braseros y
candelas.
No necesito sentir tu frío, solo con el pausado transcurrir de tu
latido, tu luz queda y las noches infinitas, adivino tu tiempo. Gastados
momentos de mi memoria, confinado a la mesa de camilla y jugando solo,
entretenido entre el chisporrotear del fuego y cualquier sombra fugaz en la
ventana.
José A. González Correa, Órgiva 27-2-16
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