Era primavera...
Era primavera y olía a azahar la melga, sobre una enagua de balates crecía la hierba, y los olivos ermitaños, esclarecidos tras la poda, observaban sedientos el transcurrir del agua, aventurando desde que torna vendría para saciarlos. Siendo de mañana, los trinos alborotados, de toda clase de aves, …, verderones, estorninos, alguna paloma y mirlos, apresurados en sus vuelos desde el despuntar del día, hacían y deshacían acrobacias en el cielo. Y sobre el suelo pétalos de amapolas, asemejando una herida entre la hierba segada, que el labrador no distingue, bajo su hoz o azada, la belleza tan intensa de esa flor asesinada. Era primavera sobre la Vega, con la tierra primorosamente dibujada, labrada con regueros y cuidados caballones, cicatrices y relieves precisos, cuidadosamente preparada para quedar preñada. Era primavera en el “haza” de mi padre, con los almendros vestidos, verdes hojas y almendras cu