Era primavera...
Era primavera y olía a azahar la melga,
sobre una enagua de balates crecía la hierba,
y los olivos ermitaños, esclarecidos tras la poda,
observaban sedientos el transcurrir del agua,
aventurando desde que torna vendría para saciarlos.
Siendo de mañana, los trinos alborotados,
de toda clase de aves, …, verderones,
estorninos, alguna paloma y mirlos,
apresurados en sus vuelos
desde el despuntar del día,
hacían y deshacían acrobacias en el cielo.
Y sobre el suelo pétalos de amapolas,
asemejando una herida
entre la hierba segada,
que el labrador no distingue,
bajo su hoz o azada,
la belleza tan intensa
de esa flor asesinada.
Era primavera sobre la Vega,
con la tierra primorosamente dibujada,
labrada con regueros y cuidados caballones,
cicatrices y relieves precisos,
cuidadosamente preparada
para quedar preñada.
Era primavera en el “haza” de mi padre,
con los almendros vestidos,
verdes hojas y almendras cuajadas.
Añosos sus troncos hundidos
entre el verde y amarillo de las vinagretas.
Almendros antiguos que, a finales de febrero,
mecidos por el viento,
de sus ramas desnudas,
desfallecen sus flores dibujando una nevada,
de copos blancos y rosas,
que de uno a otro lado mueve la brisa juguetona
y el suelo se cubre de esos pétalos desprendidos.
Como si sacudieran la
brocha los encaladores
que blanqueaban los cortijos.
Era primavera cuando volví a mezclarme
con olores de antaño y aquellas tardes…
tardes que sostenían una luz perezosa,
mientras plegaba la labor del campo
y corría a prepararme y, soñando con torrijas,
seguir el apresurado caminar de mi padre,
esperando, de su mano, que saliera …
la Cruz de Guía y el Nazareno del paso.
José A. González Correa
Órgiva 16 de abril de 2022
Precioso, me has llevado a mi infancia en Sevilla entre campos de amapolas...
ResponderEliminarPrecioso José Antonio... Un beso enorme 😘.
ResponderEliminarFeliz sábado