Cada abrazo despierta el orgullo de ser padre

He aprovechado para colarme en el hueco que queda entre la sombra que cada uno de nosotros pisamos, donde el aire no pertenece a nadie y las ausencias no se notan.

Los huecos son distintos a medida que habéis crecido, deshaciendo las siluetas de niños, adolescente y configurando la de adultos. Y en cada traje que habéis vestido he acomodado un abrazo, distinto, pero siempre enamorado.

Por cada circunstancia que fuimos, por cada año vencido y por acomodar mi andar al vuestro, abrazadme si me veis rendido. He hecho y deshecho cuantos abrazos  pensé que eran necesarios, aunque el tiempo me sigue mostrando que nunca serán suficientes. Pero cada uno iba colmado de entrega, cada uno era especial y aportaba ternura.

Abracé vuestro sueño, el solivianto, la queja y el desconsuelo, acuné ilusiones y esperanzas disfrazado de héroe. Pero era el calor de vuestros cuerpos, la satisfacción de sentirme útil a vuestro lado la que me convirtió en padre.

Deshice mis sueños tejiendo los vuestros y el orgullo de “que seáis” es mayor que el de “haber sido”. Añoro compartir y disfrutar vuestros logros como si fueran míos.

El espacio reservado para el otro es el principio de vuestra propia libertad, no dudéis compartirlo, atesorarlo como un regalo que estáis dispuestos a entregar en cada momento. Ahuecad vuestro cuerpo y sentid el calor que irradian las almas. No cerréis los brazos sin entusiasmo, el alma se enfría si la sinceridad está ausente.

Sois la fortuna que puede atesorar un hombre y, aunque se querría conservar siempre, ha de invertirse para que el mundo os goce y vosotros seáis parte del sueño de ese mundo.

No se os ha regalado la vida para observarla, se os ha entregado un don que debéis apurar hasta el último aliento.  Disfrutadla, sentirla brotar en cada gesto, en cada mirada, en cada latido que vuestro corazón derrame y acompañarla de otras vidas. Caminad hilvanados a las vidas de otros, sin dejar de proyectar vuestra propia sombra. Templad los impulsos a los que os someta el miedo porque solo el miedo nos hace esclavos.

Acabo dibujando un abrazo, podéis imaginarlo si cerráis los ojos. Fue vuestro abrazo de consuelo cuando se cerraron los ojos del ángel. Sin saber como sentir, vuestros corazones, atónitos por verme rendido, se fueron sumando al palpitar del mío. Os acercasteis con la pena cargada en vuestras espaldas, extendiendo los brazos para rodearme, pegando vuestros cuerpos al mío, a distinta altura, pero cerrando el espacio a mi alrededor de forma firme. Tres almas buscando el consuelo de una, tres almas de niños que generosos daban consuelo sin apenas saber cómo aguantar su pena.

Sois el abrazo que siempre espero, tengo el hueco preciso para seguir acunando vuestra vida sin importar los años. Cada abrazo despierta el orgullo de ser padre.

José A. González Correa


marzo-17



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