Por si mi alma me encuentra (reflexión de otoño)
La lluvia fue amainando, descansada caricia para la cara la suave humedad de las últimas gotas descolgadas del cielo. Sentimos la ternura de la naturaleza al comprobar la tranquilidad con la que nos acogía después del aguacero. Nuestras vidas mimetizan el ciclo temporal de lo natural, de lo ordinario y habitual de las circunstancias propias de lo cotidiano, reflejado en el ciclo de luz, en el continuo crecimiento de una brizna de hierba o en el constante trasiego de un ave construyendo su nido. Todo viene y va, sin olvido de lo anterior ni tregua para lo futuro. Somos la traducción perfecta del movimiento, el ejemplo de la energía potencial, de lo dinámico que resulta en el anhelo. Hemos traducido el futuro como esperanza, y ésta como deseo. Hemos creado una realidad desde el mundo de los sueños y nos esclavizamos a ella. La codicia es solo la coartada, la verdad está escondida en nuestra propia frustración, la que resulta de no alcanzar nuestros sueños. Acabamos de v