Se queda mi voz callada
Imaginaos la escena, desciendes por la cuerda de una montaña, hace calor a pesar de ser más de las 8 de la tarde, desciendes tranquilo, notando aun el sudor que moja tu espalda. En un recodo del camino, se abre de repente un vacío que deja expuesto el valle, el aire no refresca, pero si roza tu cara con intensidad. Miras el reloj, la tarde está cayendo y descubres que el espectáculo de colores está a punto de comenzar. Por eso, dejas la mochila en el suelo, te sacudes la ansiedad, y te sientas. Acomodas la mirada sin más pretensión que el instante que vives atraviesa tu alma, como la misma luz, de ese solo atardecido, está atravesando algunas nubes (que vergonzosas cambian de color). Ese momento se va a revelar de forma cierta cada vez que cierres los ojos, porque la emoción está en sentir, sin prisas y con la paz de la montaña, esos instantes tan hermosos como efímeros, esos instantes que serán aliados de la memoria. Eso descubrí cada vez que recorría estas montañas, tan altiv