Ascua

Ascua de encina resinosa.
El rojo, hurtado del lomo del Fruto y la frente del Sol.
El humo, me lo prestó el otoño en una chimenea
y se lo devolví al verano apilado en el Mulhacen.
La ira me la están extinguiendo, a cambio me regalan calor.
Y con ese calor me mantengo, ni me extingo, ni me incendio.
Y si me extingo, que al menos me apague el acero de un caldero,
un cocinero inexperto y el olor a migas.
Uno de mis lujos es brillar rubíes un par de veces para que,
al descubrirme, se sonrían o no me pisen al menos.

José Antonio González Correa Jr.
27 de abril de 2020 (justo antes de dormir)

No hay regalo que pueda encerrar la ilusión con la que se reciben los versos.
Versos que se derraman en la telaraña métrica de un poema.
Quizá esperamos los versos teñidos del amor soñado,
o nos sumergimos en la magia de los maestros del verso.
Pero, ¿qué ocurre cuando te los regala un hijo?

Que todo vuelve a cobrar sentido,
que la música se diluye en tus venas
te invade y te invita a soñar.
Que vuelves a creer en que alcanzar la cima
está al alcance de tu mano,
Que todos los remiendos y jirones de tu alma
se cubren de un lienzo invisible de sentimientos,
que te acuna y mecen,
que te susurran de forma cálida al oído,
un mensaje sencillo y tierno: "... descansa".

Gracias, por darme aun más ganas de seguir viviendo y queriendo

Tu padre.

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