Como acuna los sueños una madre


He vuelto a encontrar tu risa tras el acodado trozo del camino
donde la brisa me acaricia la cara, secando el sudor prendido de mis labios.

He vuelto a encontrar el color de tus ojos ocupándolo todo,
llenando el cielo, llenando mi alma a la espera de verlos.

Cada suspiro de aire huérfano se paseó primero por esas montañas,
las mismas que me han sentido pensarte tanto, las mismas que te quieren sin verte,
las mismas que te saben sin sentirte cerca, de tanto caminarlas yo,
haciéndome vivir y dándome abrigo desde que me faltas, las mismas que dibujaré al verte, las mismas que dibujabas en cada abrazo, cerrando sobre mí el aire y abrigando mi esperanza.

Me siento a esperarte, trasladada por el viento, pensando que me piensas,
penando porque no estoy cerca y sin tocarte te siento y te evocas en el paisaje.
Cada paso gastado en llegar lejos me acerca y te pienso con consuelo, con ilusión de niño perdido, con caricias de antaño, con ternura cierta y con las manos nerviosas por rozarte.

Te siento tan cerca que me azoro al pensar que haría al verte: mi ángel de altura,
mi tejedora de sueños, mi reparadora de alas rotas, mi único as de guía, mi refugio …

Desde tan lejos te siento viva, sin más remedio que recurrir al sueño y alejar el día.
Tus ojos gastados, dónde te pienso, no anhelan el aire, no entornan los párpados cansados, ni la humedad los visita. Solo contemplan una luz inmensa.

Y compartes tanto que tu calor me llega.

Nunca deja una madre de acunar con sus brazos el sueño de sus hijos.

José A. González Correa
mayo-18

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