Ha atardecido
Solo se puede sentir emoción cuando observas boquiabierto como el
sol desaparece tras la montaña, arrastrando la luz consigo y dejando huérfanas
a las nubes. Perfilándolas de color dorado, mientras el aire va virando a una
paleta donde predominan rosas, fucsias y añiles, colores otoñales en el cielo.
La emoción y la suave brisa erizan el vello de la piel y evitan el
parpadeo que interrumpiría la escena. Los labios, ligeramente despegados, apenas
atisban musitar en palabras la sensación que intentas expresar.
El silencio no es total, los pájaros acarician el aire y dejan
escapar algunos trinos.
El dorado perfil de las nubes empieza a desaparecer,
pacientemente, mientras los colores más fríos se van adueñando de la escena.
La sierra, perfectamente dibujada en el horizonte, se va
convirtiendo en una sombra inmóvil. Abrumada por las nubes y la luz de derrota,
solo se representa por la fina línea de su contorno.
Y permaneces callado, sigues sintiendo la brisa, los trinos cada
vez más apagados, quizá notas algo de frío, pero no importa porque continúas
paralizado. Finalmente, con el tiempo retenido en un bolsillo, y los ojos exhaustos
por el espectáculo, respiras hondo para interiorizar la belleza, das media
vuelta y caminas tranquilo, esperando poder compartir en otros ojos ese regalo.
José A González Correa
22 de octubre de 2016
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