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Mostrando entradas de septiembre, 2016

Mariposa Monarca

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Fiel a su planta protectora, la mariposa monarca gana altura para luego descender, una y otra vez, para finalmente, acariciando las flores, sentirse mecida por el viento. No se puede contemplar la escena sin sentir la fragilidad de la protagonista y admirar su porte. La asclepia, según parece, protege a la mariposa de potenciales enemigos (la toxicidad de la planta, que no afecta a la propia mariposa, es la valedora y protectora de ésta). Para más información sobre la asclepia: https://es.wikipedia.org/wiki/Asclepias_curassavica

La luna del final del verano

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La mariposa sobre la arena

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La mariposa sobre la arena, atraída por la calidez de un brisa que ascendía, se descolgó desde el arriate de flores hasta ver el mar. Ante lo efímero de su vida contempló lo inmenso e inabarcable del mar y su historia. Sin comprender lo que ocurría, el aire calentado por la arena la elevaba hasta hacerla posar en una nube de flores.

El mar que la Sierra no ve

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Sierra Lujar guarda a sus espaldas un trozo de mediterráneo que despierta y despereza para luego abatirse y dormir mecido. Sin embargo hay mas mar que el que la Sierra contempla y más colores que se despintan en el cielo. Como cada día, de diferente humor, el mar despierta y se entrevista una y mil veces con la arena. La besa, la abarca y siempre la deja varada. He llegado justo cuando el mar se acunaba, con insistente mecida ayudado por un poniente suave. Justo cuando las luces se retiraban, el cielo se precipitaba en colores intensos y apagados y renacían luceros. Parecía que la noche tenía prisa por deshacer las luces y, éstas luchando y enojadas se resistían a ser veladas. Descosido el manto oscuro desde el cielo, los colores del ocaso más intenso parecían arañarlo. Y la arena mojada quería proyectar una luz herida que se entregaba resignada.

Luna creciente

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Las andanzas de Bruno

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Bruno, 9 meses, inquieto y cabezón, pero excelente y fiel amigo. Ha venido de visita a la melga, a descubrir luces, colores, sabores y una innumerable cantidad de olores. Sus paseos y juegos han incluido algún destrozo del huerto (principalmente por su insistencia en probar todas las plantas) y algún ajetreo acústico a causa de su ladrido de locutor radiofónico mitad barítono. Se despide mirando como se va marchando el día, pronto volverá a correr por el campo y entrar en el huerto como Atila.