El Chorrerón y la Fuente agria, Pórtugos, Las Alpujarras
Pórtugos es un pueblo precioso y pequeño, dónde he disfrutado de niño. Era un lugar lleno de aventuras, entre arroyos de aguas ferruginosas (que no solo manchaban sino también delataban el lugar de dónde veníamos y que era, justamente, a donde no podíamos ir). Los enormes castaños alrededor de la fuente agria, y la pasión por subir a la copa, aunque me costara un disgusto diario con mi padre, que pacientemente debía rescatarme. Los días de barcina, parva y trilla. Dias enteros a lomos de la bestia más obstinada, pendiente de volver a su cuadra sin importarle que yo estuviera sobre ella. Dias que no quería que acabasen, entre caminatas de ida y estampa de jinete de vuelta. Las tardes de siesta obligada bajo la amenaza constante de la zapatilla, manejada con la precisión de un dron, por parte de mi madre. Naturaleza con la que disfrutar día y noche. Porque de noche quedaban las tertulias musicales de guitarras, bandurrias y laudes. O, en ocasiones, la captura de caracoles de madrugada,