Se despide el sol con una herida
no de muerte, solo de luz abatida.
La huida está en el ocaso,
contenido desvelo esperando el día.
Así mientras el sol expira,
los añiles se apresuran y calman,
con la dulzura de un beso,
la herida que se abre con la luz vencida.
El nácar frio de los montes
perfila el malva desteñido
que la noche va vistiendo,
asistida por el viento y las nubes,
tras la marcha esperada
del calor de cada día.
Asumida la derrota,
dejando cerrar la herida,
se pierde en sus secretos,
y deambula sin prisa,
deshaciendo los colores,
hasta apagarlos del todo,
convencido que la noche
le hará soñar con el día.
La distancia de las almas
las mide el tiempo
o el calor que las acerca,
mídelos con un abrazo
o con el suspiro
con el que acaba un beso.
José Antonio González Correa, 2024
Como esto no salga en los libros de literatura dentro de 10 años, pierdo la fé. Increíble
ResponderEliminarNada supera a la naturaleza ¡Qué espectáculo!
ResponderEliminarVer este ocaso y leerte calma y serena... Gracias ¡un abrazo!