Tengo un hijo de talento artista



Hay corazones que palpitan sobre un lienzo, que solo palpitan sobre un lienzo en blanco. Hay sentimientos llenos de notas que musicalizan el repiquetear de la lluvia.

Hay mentes llenas de furia y también de euforia, sentidas y lastimadas, que a veces pierden la cordura, pero nunca la razón en recuperarla.

Tengo un hijo de talento artista, tan lleno de sensaciones y sueños que a diario añora las cosas por venir.

Tengo un hijo flexible como un junco, como un junco junto a la ribera de un río. Y como el propio rio, valiente y atrevido, lleno de corrientes, pensamientos e ideas y como el río, acompañando y abandonándose a la deriva.

Porque el rumor de un rio se percibe entre sus aguas, participando o, desde la orilla, contemplando.

Un junco flexible, tan resistente que ni los embates del viento, ni el calor más seco, llegan a tornarlo mustio. Comprometido con defender la propia rivera donde asienta, abrigando la vida que entre los juncos se refugia.

Como un crisol de nostalgia, alquimia pura para saciar la sed de quien deambula. Así es ese entusiasta de los sueños. Tan alto es, que ni él mismo lo sabe, no por la distancia que lo separa del suelo, sino por el enorme interior que atesora.

Calles desiertas fueron testigos de sus intentos por coser su sombra, como aquel niño eterno de los cuentos. Como aquel niño ilusionado de la noche de reyes, con despertar temprano y risas que emocionaban de tan limpias como eran.

Tengo un diván de emociones, repleto también de disfraces y sombreros con los que deshacer la monotonía de una tarde, un diván de forma humana. Un relato por contar, una página por dibujar y una melodía de ensueño.

Tengo un hijo tan lleno de sonidos y colores que camina siempre sin llegar a estar, tan empapado de emociones que aún no las sabe contar.

 

Con cariño para mi hijo Jose

 

José A. González Correa







 








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