Una y mil veces miré la mar su atropellado trajín, y en la arena veía la espuma borrar lo que imaginé. Nunca creí que sentir tuviera tal espera, y cansado comprendí que me equivoqué al pensar que la mar se detuviera. Fui guardián de la luna, la acompañé por la sierra, eso sí, solo ocurrió en mi cabeza. Porque presto a morir, el sol destila belleza, musitando los colores en un cielo adormecido. .. Quisiera enterrar el adiós que hoy prometo, imaginando la belleza, de lo imaginado y lo vivido. La aspereza de la tierra, el reflejo de plata en el envés del olivo y la mirada furtiva que nunca olvido. Hasta aquí llegó mi espera, sin epitafio final, sin nada que olvidar, salvo despertar de un sueño de mar y vivir de otra manera. El principio del adiós es la manera de acabar sin contemplar el final, pero … queda caminar el principio del otoño, queda imaginar el invierno agotado, queda por vivir lo que Dios me ha dado.