Desbrozar
No hay hierba mala, quizá crece donde no debe o, mejor aún, dónde no nos gusta que lo haga. La acusamos de robar el sustrato, el abono que vertimos y enterramos para sustento de olivos y frutales. Así que sin más, y en un alarde de soberbia humana nos deshacemos de ella porque eligió un lugar inadecuado, según nuestro entendimiento, para hacerse a la vida. Y este proceso se repite con insistencia durante el verano, porque sol y agua son excelentes estímulos para que esas plantas díscolas campen a sus anchas por la melga. Así que sin cuartel, las perseguimos y segamos, dejando tras el paso de unas horas un rastro pardusco de hierba maltratada y tumbada. Existen otros métodos, pero es preferible no trasladar más veneno a la tierra, así que desbrozar es más cansado pero menos dañino, por el bien de todos, incluidos acuíferos, insectos, aves, ..., incluso nosotros. Esto no quiere decir que arrasar hierbas y arbustos con el disco o latiguillo de la desbrozadora sea menos cruento e insensible, solo que es un mal menor. Además, la hierba algo seca servirá de alimento y cama para animales de granja y ganado y, retornará sustento a la tierra si la dejamos allí tirada, alfombrando y cubriendo ripios. Y si regamos, ese manto favorecerá que la tierra conserve la humedad algo más de tiempo, justo ahora que el sol la abrasa.
Desbrozar es un baile constante de compás sencillo, un paso a un lado, hacia delante medio paso, el contrario un poco atrás y de nuevo al lateral con paso adelante. El cabezal cercano a la tierra pero sin que arañe, mientras los tallos finos y gruesos se van partiendo y deshaciendo al ritmo de un motor de dos tiempos. La brisa tumba un poco la hierba más alta, mientras que con nuestro paso se entabla y necesitamos abatirla desde dos direcciones porque está agazapada. El ruido de la máquina anula el sonido vertiginoso que el haza tiene a primera hora o últimas horas del día (pájaros, cigarras, la propia marea del mediodía que agita los árboles). Es un aliado molesto pero útil para que el trabajo sea soportable.
Tras caminar entre la maleza, van quedando postradas gavillas unas sobre otras, dibujando con geometría incompleta de plantas desnudas. Solo unos rayos de sol desde poniente, algo más que en retirada, la ligera brisa agradable que seca el sudor de la espalda y el sonido arrítmico de la desbrozadora porque consumió toda la gasolina, terminan por devolver un suspiro de alivio tras una hora de trabajo.
Material necesario para desbrozar:
Hierba alocada
Ganas de sudar un buen rato
Un equipo de protección adecuado
Y una máquina que alivie el trabajo
Desbrozar es un baile constante de compás sencillo, un paso a un lado, hacia delante medio paso, el contrario un poco atrás y de nuevo al lateral con paso adelante. El cabezal cercano a la tierra pero sin que arañe, mientras los tallos finos y gruesos se van partiendo y deshaciendo al ritmo de un motor de dos tiempos. La brisa tumba un poco la hierba más alta, mientras que con nuestro paso se entabla y necesitamos abatirla desde dos direcciones porque está agazapada. El ruido de la máquina anula el sonido vertiginoso que el haza tiene a primera hora o últimas horas del día (pájaros, cigarras, la propia marea del mediodía que agita los árboles). Es un aliado molesto pero útil para que el trabajo sea soportable.
Tras caminar entre la maleza, van quedando postradas gavillas unas sobre otras, dibujando con geometría incompleta de plantas desnudas. Solo unos rayos de sol desde poniente, algo más que en retirada, la ligera brisa agradable que seca el sudor de la espalda y el sonido arrítmico de la desbrozadora porque consumió toda la gasolina, terminan por devolver un suspiro de alivio tras una hora de trabajo.
Material necesario para desbrozar:
Hierba alocada
Ganas de sudar un buen rato
Un equipo de protección adecuado
Y una máquina que alivie el trabajo
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