1 de enero de 2016, la calle solitaria. Todo transcurre tranquilo, con un calma que invita a pensar que no ocurre nada, pero es el día siguiente de una larga noche. Cuando transito por la calle veo sus caras, miradas perdidas o cansadas, que no ocultan su desánimo, su desaliento. Como autómatas movidos por el impulso de un azaroso destino que ahora los condena a vagar. La calle está casi desierta y distingo su figura desaliñada caminando con fatiga. La cara algo embotada mantiene la mirada fija al frente, pero no ve. Solo transita. Cruza el espacio que separa su destino de ahora de su pasado reciente. Sin más abrigo que un jersey rojo, percibo que su cuerpo ha pasado frío. Algo más hacia delante, otra figura escarba la basura de un contenedor, las escudriña con la ayuda de un palo. No se que busca, probablemente comida y algún objeto por el que sacar algo de dinero. La calle sigue solitaria, en la esquina de arriba un señor de aspecto cansado espera impaciente a una se