Los recuerdos

Si pudiera dejar atados los recuerdos …, hilvanados a la sombra de mi historia y cosidos al amor por las cosas. … Primero prendería lo cotidiano, lo que nos hace ser lo que somos, nuestras sensaciones instintivas, aquello que no asombra porque es la parte más común que nos aloja.

A continuación cosería todo aquello que se antoja efímero, caduco o pendiente del tiempo. Los momentos que fueron y que luego se tornaron historias, algunas veces leyendas y otras, quizá, solo sueños. Raídos en los bordes del dobladillo de la prenda de pasado que nos abriga.

Incluso perfilaría todos los sinsabores que hicieron desarrollar los inicios y finales de mi relato como persona. Clichés de vida que forman parte de la película escondida de nuestro paso. Todos los fotogramas que nuestra memoria rechaza, también estarían recogidos en la caja opaca de los recuerdos.

Estamparía todas las imágenes de mi mente, dejando la prenda cubierta de luces, claroscuros y sombras. Bordaría las palabras, las voces oídas, las amables, las tristes, las esperadas, las que se cruzaron de paso,…  y las que hicieron daño, las zurciría en el revés de la tela.

Cada puesta de sol, cada día acortado de invierno, cada luna creciente de agosto, cada ola, cada cresta de espuma,…, todos la hojas de otoño y todo las sendas holladas, tendrían su lugar en el forro de este vestido imaginario. Lo más cercano a la piel posible, para sentirlos a cada instante.

Nuestros recuerdos son la esencia de lo que sentimos, tamizamos lo vivido por lo que conservamos, quisimos que fuera y percibimos al evocarlos. Ni son verdad ni tampoco mentira, solo momentos de lo que fuimos, de lo que fueron, aquellos sobre los que nos mudamos al pasado. Un lugar recóndito y sumergido rodeado de presente.

Que la textura del tejido se entrelace según como sienta cada día y que cada vivencia y pensamiento sean, un segundo después, parte del propio tejido, donde seguir hilvanando y cosiendo trocitos de historia.

JAGCorrea